Vos mirándome dormir. Yo haciéndome la dormida. Coca ya tibia en la mesa de luz (era lo único que no podía faltar). Pasaron unos minutos, te fuiste. Me levante y fui a la cocina, todo estaba en silencio y la puerta de la habitación de tus padres abierta como siempre, y yo la cerré, también como siempre. Te pregunte que hacías (ya sabia, la bic azul y el block te delataban) y me contestaste que escribías, que quizás esa noche te saliera uno de amor. Tantos poemas de guerra no cuadraban con la situación, pero eran los que planeabas juntar en un libro para fines de ese año.
Abrí la heladera y saque arroz con pickles (que estuviera eso ahí indicaba que el verano había empezado), saque Coca fria y te reté por que era el noveno cigarrillo apagado en el cenicero. Me juraste que no eran todos tuyos, te creí.
Esa noche te miré y vi a alguien que merecía todo, mi amor, mi admiración, mi locura. Vos no lo notaste pero te besé en la frente y se me cayó una lágrima. Vos me mirabas con una adoración que nunca vi y todavía no se por que
Solo se que ya no es verano, que la guerra no termina, y que hoy, por ahí hoy, te sale un soneto de amor.
3 comentarios:
Una pena que ese tipo de besos mientras uno duerme, no sean percibidos de algún modo.
Gaby: si, realmente. Y una pena tambien subestimar esa mirada y no darse cuenta que no son faciles de encontrar.
Publicar un comentario